Antes de nada, debemos tener claro que el hambre es una necesidad biológica, es algo instintivo, en cambio, el acto de comer es algo que se aprende y por lo tanto es educable.
Por ello debemos preparar al acto de la comida con intencionalidad educativa, creando un clima cálido y confortable, favoreciendo la autonomía del niño o la niña, y por su puesto siguiendo una misma línea entre la familia y la escuela.
El acto de comer implica la adquisición de una serie de hábitos: de higiene (lavarse manos y dientes), de comportamiento (permanecer sentado, usar los utensilios correctamente,…) y propiamente de alimentación (comer de todo y probar diferentes texturas y sabores,…). Además de estos hábitos, la comida es un momento muy social, sobre todo en nuestra cultura, ya que le damos mucha importancia a comer juntos.
Así que… ¡manos a la obra! Nadie nace enseñado y todo aprendizaje requiere su tiempo. Hay que tener en cuenta la individualidad de cada niño o niña en cuanto a apetencia y apetito, lo importante no es la cantidad si no la variedad de alimentos que puede probar y disfrutar.
Qué podemos hacer
La comida debe ser un momento de disfrute, tranquilo, sin gritos ni estrés. Intentando que todo sea fácil, lo será.
Es importante tanto involucrarles en el momento de la comida (por ejemplo, aprovechar para que nos ayude a preparar una receta, elegir el menú, ir a la compra, poner la mesa, etc.), como que sean ellos mismos los que experimenten, toquen, prueben, aunque al principio se manchen. Es un aprendizaje y debemos no anticiparlo dándoles nosotros de comer, si no acompañarles siendo ellos los protagonistas del mismo.
La estimulación positiva (antes, durante y después de la comida) es básica para afianzar el aprendizaje del niño o niña.
Consideramos fundamental el poner al niño o niña una cantidad de comida prudente. No se trata de que coman una cantidad que nosotros consideremos adecuada, si no la que él realmente necesite. Es mucho más gratificante que sea capaz de terminar su plato a que se le haga pesado e interminable y siempre acabe dejándose algo. Debemos tener en cuenta los alimentos que menos le gustan, poniendo menos cantidad pero que sea capaz de probarlos, y los que más le gustan dejarles comer más.
El tiempo de la comida también es importante. Debemos intentar que no sean comidas interminables y avisarle cuando se está acabando el tiempo para que sea capaz de gestionarse.
Para ellos y ellas es importante crear una rutina que les haga anticipar éste momento, bien con algún objeto ( babero, servilleta, cuchara,…), alguna canción, imagen.
Qué no hacer
No obligarles a comer a toda costa, lo importante no es "cuánto" si no "cómo".
No presentar elementos distractores como televisión, juguetes, etc. El objetivo es comer, no distraerles para que coman. Le podemos brindar objetos asociados al hábito (cuchara, vasito de yogur,etc).
No engañar camuflando los sabores, por ejemplo, si al niño o niña le gusta kétchup, se lo echamos a todos los alimentos.
No debemos cambiar continuamente de alimentos ni ofrecer varios platos para que coma lo que le gusta.
Como en todo, hay excepciones y no debemos ser rígidos. Hay ocasiones especiales, como cumpleaños, comidas familiares, etc, que se puede permitir modificar el menú o dejar elegir al niño o niña lo que le gustaría comer.
No dejar de dar un alimento por que no le guste. Intentar que lo pruebe y que no desaparezca de su alimentación.
Hay que normalizar el aprendizaje. Es normal que al principio tire, derrame, toque, pruebe, lance, se manche, te manche, experimente con la comida,… Debemos intentar no regañarles, si no indicarles cómo se hace para que poco a poco lo vayan consiguiendo.
¿Por qué no comen los niños o niñas?
Puede ocurrir que rechacen la comida por diversos motivos que pueden ser distintos para cada niño o niña. Junto con los condicionantes psicológicos (cambio de casa, inicio de cole, llamadas de atención, etc)y las enfermedades orgánicas (dentición, fiebre, malestar general, etc), se pueden identificar otros factores que influyen en la conducta alimentaria como por ejemplo su personalidad: el hecho mismo de sentarse a
comer representa una pérdida de tiempo ya que no pueden disfrutar de su insaciable actividad exploradora. En ocasiones no hay ningún problema, simplemente su incapacidad para comer tiene que ver con el ritmo de su desarrollo psicomotor.
Cada niño o niña tiene su ritmo de aprendizaje en todos los ámbitos de su desarrollo. No tod@s comienzan a caminar o a controlar esfínteres al mismo tiempo y por lo tanto, hay ciertos niños o niñas que tardan en apreciar la riqueza del momento de la comida. También puede ocurrir que rechacen algunos alimentos concretos o el mismo hecho de comer por situaciones desagradables vividas. Esto ocurre cuando les hacemos comer bajo presión o amenaza, convirtiendo el hecho fisiológico en una lamentable obligación.
La actitud de los padres es fundamental a la hora de crear la rutina de la comida. El proceso de aprendizaje se realiza a través de la reproducción de modelos que le ofrece el entorno y las personas que le rodean. Por ello los padres juegan un papel fundamental, rompiendo una serie de ideas preconcebidas y siendo conscientes de la importancia de armarse de paciencia y mostrar constantemente afecto y seguridad durante este momento.
"Somos lo que comemos, dedícale el tiempo y la importancia que se merece" (Montse y Cris, pensadoras del siglo XXI).
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